miércoles, 9 de septiembre de 2009

Otra vez aquí....


Capítulo 2 – ¿Familia?

Me desperté mirando el calendario que estaba pegado en la puerta. Hoy estaba señalado con rotulador rojo, era mi cumpleaños.
No tenía mucha prisa de que llegara, la noche que me esperaba iba a matarme, en sentido figurado; gente desconocida, fiesta de etiqueta y lo único que me era familiar eran mis padres y que la celebración se realizaba en mi casa .
Bajé por las escaleras recogiendo mi cabello en una desastrosa coleta.
Entré en el salón y me encontré una visita inesperada; allí había cinco personas, tres de ellas no las conocía y las otras dos eran mis padres.
Normalmente mis padres por la mañana se iban y no volvían hasta la tarde. Al principio quería saber el porque de tanto misterio pero cuando crecí se me pasó, tampoco era tan importante saberlo.
-Bue... buenos dí.. días- dije atropelladamente por la sorpresa.-No me esperaba que estuvierais aquí.
-Volvimos pronto- lo he notado, pensé, aunque no quise interrumpir a mi padre que añadió-: Ellos son Carlo, Galy y Nik.
Carlo, que tendría aproximadamente la edad de mis padres, sonrió, aunque más que una sonrisa parecía una mueca divertida, y se adelantó un paso donde se inclinó suavemente, haciendo como una especie de reverencia. Su pelo era negro con unos tonos marrones, aunque no se notaban mucho, y hacía que el pelo pareciera más brillante y un poco más claro, era muy robusto a la par que alto y unos ojos tan negros que se asemejaban a dos pozos sin fondo.
Galy, al contrario que Carlo, no se movió. Podría tener mi edad, más o menos, y tenía mi misma estatura, su pelo era del mismo color chocolate que los mechones de Carlo, al igual que sus ojos del mismo tono que su pelo, pero con tono extraño parecido al verde.
Nik, era la más pequeña, no pasaría de los 14 años, su pelo al contrario que los demás no era oscuro sino un rubio cobrizo claro que era difícil no mirarlo por sus rizos angelicales y los ojos eran un claro verde azul.
Los tres compartían algunos rasgos del rostro: como los ojos grandes y almendrados, y la piel blanquecina, por ello supuse que eran parientes, aunque no yo podía decir nada puesto que mi piel no era lo que se decía tostada ni siquiera se podría decir que con color.
-Tienes que arreglarte- dijo Nik y por su tono parecía más una orden que una sugerencia.
-¿Por qué?- pregunté, aunque antes de que ella respondiera yo misma lo hice. Empezando por arriba: mi pelo era un desastre y la coleta que me había hecho al bajar me daba a mi la sensación de que no me había ni recogido la tercera parte de mi cabello; la camiseta de tirantes que me había puesto no es que estuviera sucia es que estaba asquerosa, no de manchada sino de vieja, me estaba corta, pero la llevaba cómoda y por ello aún no la había tirado, para dormir aun servía, aunque solo fuera para eso; los pantalones que me llegaban por la mitad del muslo, antes habían sido piratas y me llegaban por la mitad de la pantorrilla, pero le pasaba como a la camiseta, eran muy cómodos.
Aún estando en pleno invierno no me daba frío llevarlos puestos, siempre había soportado muy bien el frío, será costumbre, pensaba.
-Pues porque...- allí se quedó su explicación. Galy le tapó la boca con la mano.
-Calla, Nik. Debería cambiarse, ya es bastante tarde- me informó.
-Si,es verdad.- admití mirando el reloj que estaba situado en el estante que había en el salón. Abrí la boca para presentarme como era debido, pero solo al levantar la mano, Galy me interrumpió.-Se quien eres, Princesa Zarofi.
No hace falta que nombres también mi apellido, aunque no lo pronuncié en voz alta. Solo me limité a asentir, he ir en dirección a las escaleras para subir a cambiarme.
Cogí los primeros pantalones y camiseta que había por mi cuarto y me los puse, no quería tardar mucho tiempo tenía muchas preguntas y ninguna respuesta que las contestara sobre mis nuevos conocidos, porque no creo que tan pronto se puedan hacer amigos. También intenté que mi pelo quedara bien amarrado dentro de la goma elástica.
Busqué en el salón, pero solo estaba mi padre leyendo el periódico del día, también busqué por la cocina, pero allí tampoco había nadie salvo mi madre. Me senté en una silla y esperé a que mi madre pusiera la sartén encima del fuego, mientras escogía una de las muchas preguntas que tenía para ella respecto a las personas de ésta mañana.
-¿Quienes eran?- indagué.
-Bueno... se quedarán aquí por un tiempo.-puso una sonrisa de suficiencia.
-Vale, eso responde el porque, de que ellos están aquí, pero no quien son.-Algo me dijo que no sacaría mucha información de mi madre.
Volví al salón y me acerqué a mi padre.
-¿Quienes eran?- pregunté como si no me importara.
-Familia, de cuando eran buenos tiempos-se volvió y me miro- Es posible que no te acuerdes de ellos, pues aun eras muy pequeña la última vez que te visitaron.
-Y ¿donde se quedarán?, a dormir quiero decir ¿o solo vienen por esta noche?- me dí cuenta de que lo estaba avasallando a preguntas, pero no podía parar. Para una vez que me contestaba a alguna pregunta lo iba a fastidiar.
-Se quedaran aquí, en una de las habitaciones que no usamos normalmente y probablemente también algunos días después. Ahora si me disculpas me gustaría leer el periódico-alzó una mano para que me alejara .
Por tonta que pareciera la idea pasé el resto de la mañana hasta la comida, dando repasos a mi casa para ver si los encontraba, allí no había nadie.
Bajé las escaleras, era la hora, para ser totalmente sincera, unos 3 minutos después de la hora. La música había comenzado hacía poco tiempo, justo cuando me puse el vestido que para variar era negro, aunque también unas largas hebras rojas que recorrían todo el vestido hasta la rodilla que es donde llegaba el vestido.
Entré al salón mayor que era donde se celebraba, la habitación era muy amplia, pero no lo suficientemente iluminada como para apagar la lámpara de araña que había en medio de la habitación, con mucho cuidado por miedo a caer cuan larga era en el suelo de el salón por culpa de las sandalias que mi madre me obligó a ponerme, cuyo tacón era más largo del que yo podía llevar.
Allí, en medio, había una mesa con un mantel color hueso, según mi madre, y que yo lo definiría más bien como un blanco sucio, encima estaban los cubiertos, las copas y los platos que necesitaríamos para cenar.
Oí mi nombre entre el bullicio que había, que no era mucho. Me dirigí hacía el lugar de donde correspondía la voz. Mi madre estaba al lado de una mujer alta, de ojos verdes, cuya cara ovalada la envolvía un cabello oscuro con destellos rojos. Lo llevaba suelto y ondulado pero eso no le quitaba el halo de distinción y elegancia que tenía.
-Ella es Coraline. Compañera sentimental de Carlo. Te acordaras de sus protegidos ¿no?
-Son Galy, William y Nik. Puedes llamarme C, Coraline me hace parecer más antigua.-intervino Coraline antes de poder contestar.
-Yo solo conozco a Galy y a Nik, no recuerdo haber conocido a ningún William.
-¿Será porque no lo has conocido?- preguntó en tono burlesco.
-Podría ser por eso-ignoré su burla, sonriendo.
-Lo conocerás, tranquila.
-Lo estoy, no me preocupa mucho.
Cuando Coraline se fue, mi madre se giró observándome inquisitivamente.
-¿Por qué hablas así? No me gusta eso.
-No he hecho nada que para la sociedad sea malo, ¿no?
Rodeemos la mesa y cada uno se puso en un lugar automáticamente, sin jaleo ni siquiera un ligero revuelo. No sabía como se habían colocado tan rápidamente en las sillas.
Conocía a pocas personas de allí, para ser sincera, conocía a mis padres, Coraline, Carlo, Galy y Nik. Los demás no eran distintos de los de todos los años,- siempre eran los mismos- pero no había hablado con ellos por lo menos no tanto que con Coraline, Carlo, Galy y Nik, ni siquiera sabía sus nombres. Les hacía preguntas sin importancia: ¿Qué tal ha ido la cena?, ¿Como estáis?, ¿Necesitáis algo?, mi madre las preguntas de rutina, todos los años era igual.
Empezamos a cenar, en realidad, empecé yo y los demás me siguieron . Todos hablaban entre sí, a mi solo me dirigían susurros y miradas extrañas.
Me aburría y empecé a contar a las personas que había allí comiendo, más bien, cenando, conté a veinte personas saltándome a las que conocía.
-Tenemos que darte algo- susurraron al unísono mis padres.
Lleguemos a un lugar más alejado, en el que nadie pudiese escucharnos.
-Esto se pasa de generación en generación, tu tatarabuela, a tu abuela y ésta a su hijo, a mi, quiero decir- se corrigió.
Sacó de su bolsillo un estuche y lo abrió. Dentro estaba un colgante plateado plano con una letra: Z.
-Póntela, no te la quites nunca-advirtió.
-Es preciosa.- También era sencilla.
En verdad no era muy antigua y me la dio, sentí un ligero pinchazo, no pesaba tanto como creía.
Estaba acostumbrada a que me regalaran cosas pero no a que fueran de mi familia, de mi abuela ni más ni menos, nunca me contaban nada de ellos. Estaba muy entusiasmada por aquel regalo.
Me la pusieron plácidamente sobre mi pecho, estaba fría, aunque, ¿que no iba ha estar frío en invierno? Me sentía segura, también más... no sé...más ¿vengativa?, podría ser, en realidad todo podría ser.
Regresé al salón en donde todas las personas que habían allí se giraron y me miraron, en realidad no a mi sino a la cadena. Noté como mis mejillas se tomaban en un color no muy distinto del tomate.
Mi móvil, que llevaba en la mano, vibró. Un mensaje de Inma.
<>
Aunque me pareció en principio una estupidez, pero en ese momento nada me pareció más placentero que salir de allí. Me di la vuelta, mis padres ya se habían ido , cuando los encontré, no estaban solos.
-Tengo que subir arriba- les informé, intenté escaquearme para no tener que dar explicaciones. No las había.
-Princesa-me volví-¿Donde está tu educación?- preguntó mi madre y se apartó.
-Soy William-me cogió la mano de uno de mis costados y posó sus labios.
Eran fríos y suaves. Mi piel tuvo un leve cosquilleo donde sus labios se posaron.
Sus ojos eran del color de la esmeralda, un verde intenso que me transportaba a un bosque, eso junto con su pelo negro le resaltaban más.
-Yo Princesa.
-Lo suponía.-comentó exhibiendo una sonrisa torcida.
El móvil vibró y él me soltó, era Inma.
-Encantada. Me tengo que ir.-dije sin quitarle la mirada de encima.
Mientras subía las escaleras me reproche de haberme quedado mirándole no podía apartar la vista de él, fue algo extraño.
Abrí la puerta e Inma estaba en la ventana tirando de algo.
-¿Por que has tardado tanto?- Cuando ese algo terminó de subir, me saludó: era Alan
-Pues porque... me he entretenido. ¿Os pasa algo?
-Vengo para que no te mate el aburrimiento. Él se apuntó, no me preguntes porque, no lo sé.
Alan permaneció callado.
-¿Queréis algo de allá abajo? - ofrecí.
-¿Puedo bajar? Me gustaría ver quien hay. - dijo Inma.
-Claro. Se lo pregunto y si dicen que si, bajas. ¿Ok?
-Vale, pero que digan que sí, quiero ver como celebran tu cumpleaños.- Inma sonrió.
Como un velatorio.- respondí cerrando la puerta.
Busqué a mis padres que estaban solos separados de la gente, hablando.
Hemos pensado que ya eres suficiente mayor, para que lo sepas.
-¿Pueden venir unos amigos?- recapacité- ¿El qué?
¿Te refieres a los que están en tu habitación?
Si, ¿para que soy mayor?
Para nada, puede esperar-mi madre tenía una expresión en su cara que solo podía ser de dos cosas: de miedo o de sorpresa.
¿Podéis decírmelo ya?- indagué.
Si, tus amigos te están esperando arriba, bajalos- me aconsejó ¿o me ordenó?
Subí otra vez por la escaleras pensando en como se habían comportado mis padres estos últimos días y abrí la puerta.
-Ha sido él- Inma culpó a Alan antes de que él supiera que había entrado.
Inma se apartó y yo me dirigí hacia Alan, que tenía mi diario.
-DÁMELO- Le advertí.
-No.- contestó.
Ante esta negativa no lo pensé dos veces, porque si lo hubiera reflexionado no lo habría hecho, me abalancé sobre él, con el propósito de quitarle mi diario.
Forcejeemos un rato bajo la atenta mirada de Inma, al quedarnos parados y Alan encima de mí, carraspeó.
-Siento interrumpir, pero si no os vais ha besar, me gustaría bajar a ver a tus padres.
Alan enrojeció de repente y se apartó de encima de mí.
-No iba ha hacerlo-discrepó con Inma, empezó a murmurar.
Inma se rió.
-¿Qué pasa?, ¿Qué dice?
-Por ahora.-gritó Inma y salió corriendo de la habitación.
- No quería decir...- trató de disculparse.
-No importa- le corté-¿Vamos?- le invité ha salir de mi habitación.
Cuando salió me di la vuelta cogí el diario, lo cerré y lo puse sobre la mesilla.
Ya estaban abajo con Coraline cuando bajé.
-Hola Princesa-asentí a modo de saludo- Nos quedaremos unos días aquí.
-Que bien.- se despidió y se fue.
Tocaron al timbre, nadie se acercó y fui yo.
-Hola- Saludé abriendo lentamente la puerta.
-¿Qué paso?-inquirió sobresaltándome.
En un principio no lo reconocí.
-¿Qué haces aquí, Nacho?- pregunté molesta.
-¿Qué paso la otra noche?- Le noté exasperación en la voz.
-¿Qué noche? Y dime que haces aquí.
-Sabes que noche. Lo último que recuerdo es que nos besemos y a la mañana siguiente estaba en mi habitación con dolor de garganta.
-Aclaremos esto: Tú me besaste yo no, y simplemente te desmayaste, entonces Alan te llevo a casa. Eso es lo que sé.
-No besas tan bien como para que yo me desmaye. ¿Se puede saber que escondes?
Sin darme cuenta había casi cerrado la puerta.
-Nada, no te importa, lárgate.
Intentó pasar, empujándome.
-Es una fiesta familiar, no estas invitado.
Cuando iba a cerrar la puerta interpuso su pie entre la puerta y el marco.
-Venga-pidió- se me dan bien la fiestas familiares.
-No se permiten idiotas.
Me cogió la muñeca con tal fuerza que me hizo daño .
-¿A quién llamas idiota?-Y se acercó más a mi.
-¿No se nota? Suéltame- me encaré, no estaba de humor para suplicar.
-No puedes pasar- dijo un voz por detrás de mi. La voz sonó despreocupada a la vez que amenazante. Esa voz no era del todo desconocida para mi.
Me volví como pude, pues Nacho subió su mano y me tenía agarrada por el brazo, era William, con sus ojos verdes.
-¿ Y sino qué me vas ha hacer?
En los ojos de William no había nada, respecto a lo que a emociones se refiere, pero su cuerpo estaba contraído y su mandíbula tensada. Él dio unos pasos, hasta que la luz de la luna lo envolvió y lo volvió más amenazante.
-¿De verdad lo quieres saber?- preguntó con una sonrisa en los labios y un tono de burla plasmado en su voz.
-No tengo miedo de ninguna persona- rebatió Nacho.
Miraba esa penosa escena sin contribuir. Si hubiera una pelea, votaría a favor de William, no lo conocía muy bien, pero me daba la sensación que ganaría en una pelea contra Nacho.
-La peor persona que has conocido no tiene nada que ver conmigo.- Su voz se volvió más grave, ya no existía burla ni sarcasmo, ya no había nada salvo una advertencia clara; soy capaz de todo. Parecía que no lo había dejado demasiado claro, pues Nacho aún seguía en sus trece y no se había movido ni un centímetro, mientras que William ya estaba a mi lado- Suéltala.- Y me soltó.
-Faltan pocos minutos para que comience el año, pasad dentro- ¡Mi salvador! Alabé a mi padre por su don de la oportunidad.
William y yo pasemos dentro y allí me reuní con Inma y Alan, mientras mi padre hablaba con Nacho y, por lo que se veía, muy amigable en la puerta.
Un hombre de mediana edad se levantó y brindó:
-Por la paz y los cambios en nuestra comunidad, aunque ya veremos para que lado...- me lanzó una mirada acusadora.
Por un momento sentí todo el peso del mundo, sin saber el porque.
Entré a la cocina a por un vaso de agua, y cuando salí, ya no había nadie excepto Alan e Inma.
-Cuando asisten a una fiesta de fin de año se lo toman demasiado enserio.- murmuró Inma.
Por un lado me sentí aliviada, pues siempre me sentía agobiada con aquella gente, pero a la vez muy intrigada, ¿Como podían haber salido tan rápido?
Ni Alan ni Inma sabían nada y mis padres evadieron la pregunta.
Empezamos ha recoger, y fue rápido.
Estaba cansada, me limpié, me cambié y me tiré en la cama, para relajarme. Mi vista se enfocó en el diario abierto en el escritorio, estaba segura que lo había cerrado y lo había dejado en la mesilla, me acerqué y empecé a leer:
“Otra vez me he quedado inconsciente, esto cada vez ocurre más, me da algo de miedo aunque mis padres me digan que es falta de vitaminas no es muy normal.”
Pasé página, me acordaba de ese día:
“Hoy me han dado una especie de medicina, al principio me dio un poco de repulsión, por el color, que era un escarlata oscuro, y por su textura, que era muy espeso. El olor no me importaba, se parecía a óxido.
Al final lo probé porque mis padres se empeñaron y me encantó, me sentó de maravilla.”
Me sentí agotada y los parpados empezaban a cerrarse.

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